Ni una, ni dos, ni tres, sino cuatro han sido las veces que se ha rechazado la propuesta del Partido Popular para que se revoque la autorización concedida por el Congreso al Gobierno para que negocie con E.T.A. Una vez aunuciado el famoso "alto el fuego permanente" por parte de la organización terrorista, el presidente Z se apresuró a dar los pasos oportunos para hecer público y legitimar lo que ya venía produciéndose desde hacía algunos años: su negociación con los asesinos. No olvidemos que el partido socialista ha mantenido reuniones con eso que ellos llaman la izquierda abertzale a la vez que firmaba el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo y, al anunciar una tregua pactada previamente, los etarras les brindaban una oportunidad única de justificar esas conversaciones. Todo por la pá.
Después de ese anuncio, los terroristas siguieron mandando cartas de extorsión a empresarios pidiendo dinero para su causa pero, como el tono de las misivas era amable y conciliador, el Gobierno no les dio importancia. Casi llega a cosiderarlas como peticiones de fondos para una obra de caridad independentista.
Más tarde los asesinos robaban un arsenal de pistolas y el Gobierno se tomó un tiempo en verificar que los responsables del delito eran etarras. No podían admitir que los ahora pobres solicitantes de caridad empresarial hubieran cometido semejante acción y estuvieron dando vueltas al asunto y mareando la perdiz mientras desde Francia se advertía que la actividad terrorista no había parado.
Para rematar el año pasado, E.T.A. salta por los aires un módulo del aparcamiento de la recién estrenada terminal del aeropuerto de Barajas. Mataron a dos personas. El Gobierno entonces tampoco dejó de negociar con los terroristas ni retiró la autorización que les daba luz verde para hacerlo. Total, los muertos eran dos emigrantes que se habían quedado dormidos en sus coches, por tanto, la intención de la banda asesina no era la de matarlos. Se trataba de otro accidente.
En el día de ayer, después de que meses antes E.T.A. rompiera explícitamente su tregua (algunos se empeñaban en negar la evidencia), tras el asesinato de dos guardias civiles y las continuas llamadas a la manida unidad de los demócratas (como si la unidad y no las acciones de los cuerpos de seguridad del Estado y la aplicación justa de la ley acabara con el terrorismo), el Gobierno sigue sin cerrar esa puerta que le permite la negociación con los asesinos.
Ante esta actitud mezquina e hipócrita, acompañada por una campaña feroz de insulto y ataque a las víctimas del terrorismo, se me ocurre preguntarle a este presidente traidor que padecemos: ¿qué les debes a los asesinos que con tanto esmero los tratas?